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Borja, Empresas morales, Bruselas 1680. Primera parte, Emblema 2 (Aut
multum, aut nihil). Cf. Silva 1.
Los azotes de Sancho (II.71)
R. Golding por dibujo de Robert Smirke (1752 – 1845) — Cf.
Silva 6.
Borja, Empresas morales, Bruselas 1680. Segunda parte,
Emblema 52 (Ruitura levat)
Sebastián de Covarrubias, Emblemas morales, Madrid 1610,
Emblema 1.44 (Ut lapsu graviore ruat)
Juan Francisco de Villava, Empresas espirituales y morales,
Baeza 1613 (Ut corruat)
De momento, solo hemos localizado una edición del Quijote que
contenga la imagen gráfica de una tortuga en relación con este
episodio.
Se encuentra en la traducción francesa L’ingenieux hidalgo don
Quichotte de la Manche, París: Dubochet, J. J. et Cie. 1836-37.
Vol. II, p. 549 (firmada por Tony Johannot).
El curioso encontrará otras muchas imágenes quijotescas en estas webs:
http://www.csdl.tamu.edu/cervantes/
V2/images/intro-spa.html
http://www.qbi2005.com
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Me gustaría hacer un pequeño
aporte a los entretenidos comentarios de esta sección.
Ya que se han mencionado las
tortugas en estas dos Silvas y dado que en la segunda se
comenta una frase del Quijote de 1615, quisiera poner
en su consideración el momento en que Sancho mismo es
convertido en una tortuga.
Esto se produce hacia el final
de su gobierno, cuando —para la burlesca batalla en defensa
de los enemigos invasores— sus insulanos lo "arman" con dos
paveses que no lo dejan moverse y lo hacen caer al suelo,
mientras todos lo pisotean y fingen una lucha atroz. Esa era
en definitiva la finalidad de toda su burla del gobernador:
humillar al soberbio levantado por encima de su condición,
castigar al que pretendía usurpar las posiciones que les
corresponden a los nobles y poderosos. Por eso resulta tan
interesante la imagen de Sancho quien, como indica el
narrador: «Quedó como galápago encerrado y cubierto con
sus conchas...» (II, 53, 810)
1 y luego añade que lo
único que Sancho podía hacer para protegerse era meter los
brazos y cabeza hacia adentro en gesto típico de las
tortugas con su caparazón.
De modo que, el
labrador-escudero que quiso gobernar termina convertido en
un galápago. Y tal comparación no parece estar vacía de
significados simbólicos, ya que un emblema repetido en tres
importantes colecciones españolas, la de Juan de Borja, la
de Sebastián de Covarrubias y la de Francisco de Villava,
representa el concepto del castigo a la ambición desmedida
con la imagen de un águila que lleva en su pico una tortuga
para soltarla desde lo alto y hacerla pedazos sobre una
piedra. Dice el comentario de Borja:
…pues lo que más sube es
para dar con ello mayor cayda, como se vee en esta empresa del
águila con el galápago, que cuanto más alto le sube, es para
hacerle mejor pedazos, y çevarse en él, como dice la letra:
ruitura levat (levanta para una mayor caída)
2 [Enciclopedia, 3 Nº 45]
Por su parte,
Covarrubias:
Nuestro emblema alude al
temor con que ha de estar, el que en las uñas del águila, que es
el Príncipe, sube a grande privanza, porque si le disgusta le
dexará caer delo alto sobre los peñascos, donde se quebrante y
perezca. La letra es: Ut lapsu graviore ruat (para que se
despeñe con más pesada caída) [Enciclopedia, Nº 62]
Villava le coloca el
mote Ut corruat (para que caiga) y recoge diversos
ejemplos de:
Los que ambiciosamente han
subido a dignidades o las poseen con soberbia y arrogancia,
permite Dios muchas vezes que caygan de su estado y se pierdan
(…) Y asi al altivo derribado se le da esta Empresa. [Enciclopedia,
Nº 55]
Resulta evidente la
analogía con lo que está sucediendo en el texto del Quijote
y los movimientos de ascenso y descenso que experimenta el
personaje de Sancho. Levantado también él por los duques, los
poderosos (con quien equiparan el águila los emblematistas)
para, mediante la burla, hacerlo caer al oprobio y humillación
general, y así castigar su ambición impertinente.
Exactamente esa idea de
elevarse para su propio mal es la que expresa Sancho al abandonar el
gobierno, mostrando el más alto grado de lucidez y de
autoconocimiento. Dirigiéndose al rucio, dice:
después que os dejé y me
subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han
entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro
mil desasosiegos. (II, 53, 811)
Quédense en esta caballeriza las
alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me
comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo
con pie llano… (Ibid., 812)
El refrán de la hormiga
a la que le nacieron alas ya había aparecido en la conversación
con la duquesa del capítulo 33 («Por su mal le nacieron alas a
la hormiga»), y aquí Sancho lo recuerda de nuevo pero,
curiosamente, le agrega un final original. No es «para que se
pierdan más aína», como recoge Correas en su Vocabulario de
refranes y frases proverbiales, (ed. de Louis Combet
revisada por Robert Jammes y Maïte Mir-Andreu, Castalia, Madrid,
2000, s.v. hormiga) ni tampoco como continúa el refrán Mexia en
su Silva de varia lección, Por su mal le nacieron alas a
la hormiga... «porque, con ellas, el viento las desbarata» (ed.
de Antonio Castro, Madrid: Cátedra, 1990, p. 357), sino que lo
completa diciendo que las alas solo sirvieron a la hormiga para
que la comiesen vencejos y otros pájaros. Abundando nuevamente
en la idea del ascenso para ser destrozados por los poderosos,
en este caso las aves, que son las legítimas moradoras de los
aires, en contraposición a las hormigas que deberían quedarse en
el suelo.
En definitiva, las pesadas
burlas que Sancho sufre en su Ínsula, planeadas no solo para la
diversión de los duques y sus cortesanos, sino también, y
especialmente, para «poner en su lugar» al humilde labrador que
pretendió ser gobernante, terminan por desengañar al escudero. Y lo
llevan finalmente a pensar, también como la tortuga, que no hay cosa
mejor que la propia casa, según la conocida fábula recogida por
Borja en la Primera Parte de sus Empresas morales [Domus
optima]. [Enciclopedia, Nº 1618]
Por nuestra parte, a
nosotros como lectores, nos resulta interesante comprobar el
despliegue de alusiones veladas, como la de Sancho convertido en
galápago, que siembran el texto de sentidos simbólicos y revelan la
complejidad de la representación cervantina.
Notas
1 Cito el Quijote por
la edición de Celina Sabor de Cortazar e Isaías Lerner, Buenos
Aires, Eudeba, 2005 (2ª edición).
2
Este emblema pertenece a la segunda parte de la colección, es decir
a la agregada por el nieto del autor cuando realizó la segunda
edición en 1680 e incorporó emblemas que habían quedado manuscritos
en la edición original de 1581. Sin embargo, la presencia en otros
emblematistas contemporáneos a Cervantes, permite corroborar la
presencia de la imagen simbólica en el imaginario de la época, más
allá de la distancia temporal entre la efectiva publicación del
emblema y el Quijote de 1615.
3
Antonio Bernat Vistarini y John T. Cull (ed), Enciclopedia de Emblemas Españoles,
Madrid 1999.
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